miércoles, 5 de marzo de 2014

El primer amor, es "el Amor Propio"

Posted by Harold Daniel On 7:17:00 p. m.

Es definitivo, si de alguien aprendo de le vida, el amor, los sentimientos, la felicidad, el deseo por crecer y aceptarse es de mis pacientes. Son los mejores maestros, a los que más admiro y más respeto.

Esta semana, uno de ellos, al que llamaré “D”, estaba muy triste pues no lograba entender por qué él o muchas otras personas, siendo y reconociéndome como individuos atractivos, inteligentes, exitosos, en pocas palabras, sabiéndose “buenas personas” estaban solas y no conseguían el amor de otra persona, o, si lo tenían por algún tiempo, al final se marchaba.

Hablamos durante la sesión de este miedo al quedarse solo, a no ser visto, apreciado, aceptado, amado.

Me di cuenta de que había una parte en él que se sentía sola y desvalorizada. Que esperaba desesperadamente que hubiera alguien en el mundo que le dijera que era un tipo valioso, que le dijera que podía reconocerlo, aceptarlo, apreciarlo y amarlo. El problema que no alcanzaba a reconocer “D” es que estaba buscando ese reconocimiento fuera de él, en el exterior, antes de tratar de darse todo eso él mismo primero que nadie.

Decidí hacer un ejercicio y poner a dialogar a “dos partes” de mi paciente. Por “partes” me refiero a dos características de su personalidad que, pude reconocer durante nuestra conversación, estaban en conflicto dentro de “D”.

En un cojín le pedí que se sentara al que se sentía solo, no valorado ni amado, la parte “vulnerable o sensible de D”. Esta parte sensible expresó lo doloroso que era no encontrar a alguien que le dijera que lo valoraba, que podía aceptarlo y amarlo siendo como era, una parte sensible y que anhelaba el amor.

Después le pedí que se cambiara de lugar, y, desde ahí, hablara ahora la parte “fuerte y autónoma de D”. Cuando logré que “D” se contactara con esta parte, le pedí que viera a la otra, a la “vulnerable”, que la observara y que tratara de “empatizar” con ella, sin juzgara, ni descalificara, sin tratar de cambiarla, pues, aunque sufriera, era una parte importante de él.

A “D” le costó trabajo hacer lo que le pedía. Empezó diciéndole a la parte sensible que sus temores le hacían cometer errores, no darse cuenta de las cosas y, al final, salir más lastimado y sentirse más solo.

Yo le explique a “D” que eso no ayudaba a la parte “vulnerable” pues, en vez de hacerla sentir aceptada, la estaba haciendo sentir rechazada e inadecuada por ser como era. Desde el lugar de la parte sensible “D” expresó su dolor, su sentirse “regañado y exigido” y volvió a expresar su necesidad de ser aceptado por ser justamente COMO ERA, sin que le exigiera cambiar.

Finalmente “D”, comprendió la necesidad de la otra parte y logró hablarle desde el corazón: pudo reconocer que sí lo veía, que lo aceptaba e incluso que lo admiraba pues, gracias a su parte sensible, había logrado darse cuenta de muchas cosas valiosas. Durante este diálogo, “D” se fue dando cuenta que la parte sensible le ayudaba a lograr muchas cosas, que, sin esta parte, su vida no sería la misma y él no sería el mismo ni tendría la capacidad de lograr muchas cosas sumamente importantes en su vida, y que sólo podía verlas con el alma y los sentimientos, a través de su parte sensible.

Esta parte “sensible” se fue sintiendo cada vez más aceptada, apreciada, querida y pudo comprender al fin, que no era afuera donde tenía que buscar la aceptación, antes que nada, debía encontrar el amor dentro de él. Si lo lograba, entonces podría buscarlo fuera. Si por alguna razón no lo encontraba en ese momento o en el futuro, siempre podría dárselo a sí mismo. Pero, paradójicamente, cuando uno deja de buscar afuera y encuentra en su interior ese amor, es más fácil que aparezca también en el exterior.

Le pedí a “D” se cambiara de nuevo de lugar, a un tercer sitio y le pedí que abrazara a dos cojines que representaban a las dos partes de su ser, la fuerte y la vulnerable, que se diera cuenta que una no era mejor ni más importante, que las dos eran fundamentales para él y que las integrara en todo su ser.

La moraleja de este ejercicio salta a la vista: mientras buscamos la aceptación, el reconocimiento, la valoración afuera, y no somos capaces de darnos todo eso nosotros mismos, nada logramos. Si nosotros no nos queremos primero, incondicionalmente, y nos aceptamos, jamás resonará el amor de otros en nuestro interior, simplemente, no seremos capaces de escuchar esos ecos. Y, si al final logramos darnos primero ese amor y aceptación a nuestros mismos, automáticamente todo cambiará a nuestro alrededor y seremos capaces de reconocer el inmenso amor que nos rodea, por parte de los otros y de la vida entera.

Por todo ello, no esperes un día más para empezar a amarte, a aceptarse y a reconocer lo valioso que eres… empieza hoy mismo a trabajar en ello y, si te es difícil hacerlo tú solo, busca apoyo, el saber pedir ayuda, también es un acto de inteligencia, de valentía, de amor por uno mismo.

Desde este espacio, te abrazo y te aprecio por estar en esta búsqueda de ti mismo.